ENTREVISTA A VÍCTOR ALMONACID

ENTREVISTA A VÍCTOR ALMONACID

DIRECTIVO ESPECIALIZADO EN INNOVACIÓN PÚBLICA Y LETRADO EXPERTO EN DERECHO DIGITAL.

"La IA apoya perfectamente la toma de decisiones, ahora basadas en datos y no en ocurrencias o, peor, intereses subjetivos que se alejan del interés general.
"

Víctor Almonacid es jurista y un reconocido experto en innovación pública, tecnologías disruptivas y administración electrónica. Reconocido como uno de los grandes impulsores del cambio organizativo en la administración pública, es también autor de diversas publicaciones clave en el ámbito de la digitalización y ponente habitual en jornadas sobre innovación y gobernanza. Ha recibido múltiples premios por su labor, incluyendo el de mejor innovador público (2015), el premio al mejor blog jurídico (2023) y la mejor trayectoria profesional en los premios Novagob 2024.


- La digitalización ha transformado muchos sectores, pero a menudo se afirma que la administración pública avanza a un ritmo más lento. ¿Cuál cree que es el principal reto para innovar en este ámbito?

La Administración es más lenta por culpa de una serie de factores extrínsecs, como la rigidez legal o la falta de suficiencia financiera (digo esto y estoy pensando en los Ayuntamientos), y otros intrínsecos, como los cambios de dirección cada cuatro años, la estanqueidad de la cultura administrativa y la falta de incentivos internos para que los propios empleados públicos practiquen la innovación. La solución es fácil y difícil al mismo tiempo. El reto de la innovación es la propia innovación. Cuanto más se innova más se puede innovar, y a la inversa. Conozco organizaciones que están sumidas en este último círculo vicioso, o bien en el virtuoso. Lo importante es invertir la tendencia no innovadora y mantenerla cuando ya nos encontramos en pleno proceso de mejora.


- A nivel interno, las administraciones pueden enfrentarse a una resistencia al cambio tecnológico. ¿Qué recomienda superar esta resistencia, tanto por parte de los empleados públicos como de las instituciones?

La resistencia al cambio es, hasta cierto punto, comprensible. El ser humano se mueve por afinidad y por comodidad, siempre a salvo dentro de su zona de confort, y también en el trabajo. Lo nuevo se rechaza de inicio. No solo la tecnología, sino cualquier cosa que suponga un cambio. Aunque estoy seguro que no lo piensan conscienotemente, parece que muchos empleados apuestan por el “más vale malo conocido…”. Otros no, y les honra, pero no podemos permitirnos el lujo de tener a la plantilla dividida. La innovación es de todos y para todos. Y cuando digo todos me refiero a todas las personas, incluyendo por supuesto a la ciudadanía, que es la razón de ser del servicio público. Trabajamos para ellos, no podemos olvidarlo. Un empleado público con verdadera vocación debe encontrar la motivación para superar sus miedos y hacerlo un poco mejor cada día, aunque eso suponga formarse y reciclarse, tareas que por cierto se suelen ver como “sacrificios” pero que en realidad son oportunidades para el propio empleado público, quien va a poder alcanzar su mejor versión profesional y, aunque suene idílico, sentirse realizado como servidor público.


- Hablemos de inteligencia artificial (IA). Su uso está creciendo rápidamente. ¿Qué papel cree que puede jugar esta tecnología en la toma de decisiones y la gestión de servicios públicos?

Con carácter previo al uso de cualquier tecnología, ya sabíamos que los datos se transforman en información, una información que es aplicable a distintos contextos y que puede resultar útil tanto a la propia Administración como a la ciudadanía. Por eso es tan importante que la transparencia pública sea de datos (open data), no solo de documentos. La IA encaja como anillo al dedo en la Administración, porque tenemos enormes cantidades de datos. Esta tecnología es capaz de comprenderlos, contextualizarlos y generar conocimiento práctico útil para resolver problemas específicos. Este conocimiento permite identificar "insights" o pautas capaces de respaldar no solo decisiones puntuales, sino que también pueden inspirar y fundamentar incluso la estrategia general de una organización. Aquí es donde entran en juego conceptos avanzados de la IA, como el D2W ("datos hacia la sabiduría") o el aprendizaje automático. La Administración se rige por el principio de objetividad, y no hay nada más objetivo de los datos (siempre que sean ciertos y fiables). De este modo, la IA apoya perfectamente la toma de decisiones, ahora basadas en datos y no en ocurrencias o, peor, intereses subjetivos que se alejan del interés general. Esto facilita, a su vez, la rendición de cuentas hacia la ciudadanía. Además, la IA añade un elemento de previsión y prevención fundamental para la gestión pública, muchas veces desbordada por las sorpresas y los acontecimientos supuestamente imprevisibles. La previsión es la nueva planificación.


- ¿Cuáles cree que son las ventajas más destacadas que aporta la IA a las administraciones locales, especialmente en términos de mejora de la tramitación administrativa y de los servicios públicos?

Las administraciones locales son las más modestas. Especialmente los Ayuntamientos, que están obligados a prestar una cantidad y calidad de servicios públicos en desproporción a su capacidad financiera. Con ese escenario, cualquier herramienta, tecnología o método que permita mejorar la eficiencia es bienvenido. Si hablamos de tramitación, la automatización algorítmica es la fase avanzada de la automatización de la administración electrónica, que se realizaba a través de sellos de órgano y de tiempo asociados a determinados trámites. Si hablamos de servicios públicos, la IA nos permite dar el siguiente salto evolutivo en la prestación de los llamados servicios inteligentes (Smart City, Smart Village), pues no solo se multiplica la cantidad de datos disponibles, sino que, como decíamos, los sistemas de IA son capaces de procesar e interpretar esos datos rápidamente mejorando la calidad del servicio, optimizando esos recursos tan escasos, y dando soluciones a los problemas en tiempo real, muchas veces también de forma automatizada.


- La implantación de la IA en la administración pública comporta riesgos como el sesgo algorítmico o la vulneración de derechos fundamentales. ¿Qué medidas recomendaría para mitigar estos riesgos y garantizar una implementación ética de la IA?

Primero me gustaría matizar que el llamado “sesgo algorítmico” no es intrínseco a los algoritmos, sino a los datos con los que trabajan. Al fin y al cabo, los algoritmos no son sino una programación. A partir de ahí, es cierto que los sistemas de IA pueden perpetuar o incluso amplificar esos sesgos, generando decisiones injustas y provocando de esta manera desigualdades y agravios comparativos. Pero hablando de decisiones, no es cierto que los algoritmos las tomen. De hecho, está prohibido por el art. 22 del Reglamento Europeo de Protección de Datos, mientras que el art. 14 del Reglamento de IA habla de supervisión humana. Lo que sí hacen, obviamente, es influir en esa toma de decisiones, Pero en la Administración las decisiones las toman las personas, y a nivel de procedimiento los órganos competentes, compuestos también por personas. Otro riesgo asociado a la implantación de la IA y de la tecnología en general es el riesgo para la privacidad. Los datos biométricos y en general otros datos personales especialmente sensibles o confidenciales, se pueden ver comprometidos por el uso descontrolado de la IA. También se suele asociar la IA, su mal uso más bien, a la manipulación y la desinformación. Como vemos, los riesgos no son pocos… Como medidas preventivas ante todos estos riesgos, el Reglamento de Inteligencia Artificial es contundente a la hora de catalogar determinados sistemas de IA como prohibidos, así como otros de alto riesgo. Ni que decir tiene que también se debe aplicar la normativa sobre seguridad, ciberseguridad y protección de datos. Igualmente aconsejamos practicar la transparencia y la rendición de cuentas en su máxima expresión, explicando públicamente los algoritmos y las llamadas cajas negras. Utilizamos esta expresión cuando nos referimos a algoritmos complejos, como las redes neuronales profundas, cuyo funcionamiento interno es difícil de entender. Otras medidas podrían ser la introducción de la ética en el mismo diseño de la tecnología, y, muy importante, la formación y la información, tanto de los empleados públicos como de la ciudadanía. Esto serviría no solo para aprender, sino también para concienciar.


- Mirando hacia el futuro, ¿cómo imagina la administración pública en la era de las tecnologías disruptivas como la IA, el blockchain o el eGovernment? ¿Cuáles serán los retos clave a superar en esta transición?

En efecto, en el presente existen tecnologías tan disruptivas como la IA (aunque muchas veces se combinan con esta), tales como Blockchain, la computación cuántica, la nanotecnología, la robótica, las impresoras 3D, la realidad virtual, los vehículos autónomos,  etc… Y pronto vendrán las fases avanzadas de todas ellas, empezando por la llamada IA general (IAG). Todas las citadas, y alguna más, son absolutamente aplicables a la actividad administrativa, y de forma particular a los servicios públicos. La Administración tiene una cosa mala, y es que no está “culturalmente” preparada para todas estas novedades, pero tiene una cosa buena: que nunca está preparada para nada. Lo digo desde el respeto más absoluto a los miles y miles de empleados y responsables públicos que hacen lo que pueden en su día a día por prestar el mejor servicio posible. De hecho, lo menciono como un elemento positivo. El día que se implanten, ya a una escala generalizada, todas estas tecnologías en el sector público, no habrá sido ni más fácil ni tampoco más difícil que, por ejemplo, cuando se implantó el documento electrónico o la firma electrónica. Pero estoy seguro de que esta nueva transición también se hará.


- ¿Qué consejo daría a las personas interesadas en contribuir al cambio tecnológico y la innovación dentro de la administración pública?

Si son empleados públicos, que recuerden su vocación, como dije antes. Inmediatamente después sentirán la motivación necesaria para desarrollarse profesionalmente, siendo así motores de la innovación, incluso sus propios impulsores. Si hablamos de otro tipo de personas, al menos formarán parte de esa ciudadanía que paga religiosamente sus impuestos. A estos les pediría ser exigentes con la Administración, porque eso nos obliga a mejorar. En concreto, espero que las nuevas generaciones nos digan qué esperan de nuestros servicios. En cuanto a otros actores de lo público, siempre doy mucha importancia al sector privado, y creo firmemente en la colaboración público privada. Pensar que la Administración puede con todo es un error histórico y un pecado de soberbia que no podemos volver a cometer, y mucho menos en un entorno tan complejo como el actual. La innovación pública es de todos y para todos.


- En sus publicaciones y formaciones, destaca a menudo la importancia del cambio de mentalidad de los responsables y empleados públicos. ¿Qué cualidades o acciones considera esenciales para un liderazgo público que impulse la innovación?

La inteligencia genuinamente humana se compone de habilidades blandas imposibles de emular por la tecnología. En este sentido, el liderazgo es la habilidad de las habilidades, pues de alguna forma es la amalgama de todas ellas: comunicación efectiva, pensamiento crítico, habilidad para gestionar equipos, capacidad para resolver problemas complejos, perspectiva, adaptabilidad, creatividad y mucha inteligencia emocional. Y añado dos, que no son propiamente habilidades pero sí son muy humanas: la ética y el sentido común. Para alcanzar este nivel, lo primero que hace falta es humildad, ser consciente de que no se sabe todo, y aprender a aprender, que sería otra especie de habilidad blanda muy importante. El problema de lo público es la no coincidencia personal entre el cargo jerárquico y el líder, salvo algunas excepciones, claro. Otro problema, igual o mayor, es que liderar no tiene premio (quizá tan solo la satisfacción de haber impulsado una mejora), y de hecho muchas veces tiene un coste alto, tanto profesional como incluso personal. Sea como fuere, una IA jamás podría liderar, pero sí puede ser una buena herramienta para un líder.

 

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