Recién aprobada la nueva ley estatal sobre régimen local, no parece que 2014 vaya a ser el mejor año para los Ayuntamientos, que sin embargo siguen siendo la administración más próxima al ciudadano y aquella a la que este va a demandar la mayoría de servicios públicos. En este contexto saltan a la palestra nuevos (y no tan nuevos) términos, como eGovernment, eProcurement, Open Government, Smart City y Colaboración Público Privada; así como los principios de eficiencia, celeridad, legalidad, excelencia y transparencia.
Hemos querido hablar de todo ello con Víctor Almonacid, conocido por ser el abanderado de todas estas nuevas técnicas de gestión en la administración local, tanto desde su posición en instituciones como COSITAL, UDITE, la FEMP, y más recientemente la RECI, como en su labor diaria en el Ayuntamiento de Alzira, donde se encuentran en plena implantación de un ambicioso proyecto de Smart City. Precisamente en unos días sale a la venta su último libro, “MANUAL PARA LA GESTIÓN INTELIGENTE DEL AYUNTAMIENTO. Hoja de ruta hacia la Administración Inteligente: de la Administración Electrónica a la Inteligente, y más allá”, en el que desarrolla todas estas cuestiones, desde sus conocimientos y experiencia propia y también desde la que han compartido algunos coautores de distintas nacionalidades, que aportan un interesante punto de vista internacional. Tendremos el gusto de asistir a la presentación oficial de la obra el próximo día 24 de enero en el Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona.
¿Realmente estamos en una época de tantos cambios?
No estamos en una época de cambios, estamos en un cambio de época. La frase no es mía pero es la que mejor resume el momento histórico en el que tenemos (para mí) la suerte de vivir. Muchas personas aún no han entendido esto, lo cual no es bueno para normalizar dichos cambios. No es bueno para nadie, empezando por ellas mismas, porque se van a quedar rezagadas socialmente. Algunas de estas personas trabajan en la administración, y el diferente peso específico que tienen en cada organización es en mi opinión lo que justifica (no como factor único, pero sí principal, por encima del dinero) el hecho de que unas administraciones estén más adelantadas que otras. Pero no es excusa que a uno le guste más o menos la tecnología si se dedica a lo público, porque aún como ciudadano puede elegir su manera de interactuar, pero como empleado público está obligado a actualizarse. Una administración de colas y papeles no puede dar respuesta a las demandas de la “sociedad en Red”. La administración debe ser tecnológica para poder atender al importante sector de la población que también lo es, por supuesto sin descuidar los cauces de relación tradicionales, y de hecho las administraciones que mayor grado de automatización interna han alcanzado, disponen de un mejor servicio de atención ciudadana presencial. Este servicio, por tanto, no solo sobrevive, sino que también mejora en la era digital.
¿Y cómo se pueden hacer entender estos cambios en la mentalidad de esas personas?
Con formación, información, motivación y participación en la toma de decisiones que les afectan. Yo siempre he pensado que muchas cosas son “antipáticas” solo porque no se conocen, pero cuando algo nuevo se explica bien a una persona con una inteligencia y una actitud normales, esta persona lo entiende y si además se la involucra lo asume como propio. Por otra parte en mi opinión está demostrado que el único sistema retributivo posible de los empleados públicos es la famosa pero muy poco implantada evaluación del desempeño, llamada coloquialmente “retribución por objetivos”. La época en la que un empleado eficiente y proactivo tiene el mismo tratamiento organizativo y retributivo que el mayor de los vagos es uno de los símbolos de la peor administración burócrata e ineficiente, de modo que habrá que implantar el nuevo sistema retributivo para acabar con esta lacra, ya que de lo contrario la administración electrónica se queda coja. Eso sí, habrá que hacerlo bien, sobre la base de criterios objetivos y con la aplicación de sistemas de evaluación colectiva, no individual. No son técnicas sencillas, pero se deben implantar sí o sí, porque, al igual que la tecnología, esto también forma parte de la superación del modelo burocrático que queremos y debemos dejar atrás. Espero que el genial Forges tenga cada vez menos motivos para dibujar funcionarios jugando a las cartas o haciendo aviones de papel con un expediente. Yo soy el primero que se ríe, pero en el fondo a los funcionarios no deja de causarnos malestar esa vieja imagen social, sobre todo porque es cierta respecto de unos pocos pero totalmente falsa respecto de la mayoría. Yo señalaría con el dedo a esos pocos porque cuando pasan desapercibidos nos perjudican a todos los demás empleados públicos.
Hablemos de Ayuntamientos, con una reforma de los servicios públicos sobre la mesa que sin embargo poco habla de financiación y en el otro lado de la cancha un ciudadano no muy contento con lo público y por tanto cada vez más exigente, ¿cómo se pueden hacer más cosas con menos dinero? ¿Realmente es posible?
Pues debemos hacerlo posible o morir en el intento, valga la expresión espero que no literal. En efecto hay una nueva ley que desposee a los Ayuntamientos, con efecto diferido por las elecciones ya ve usted, de los principales servicios asistenciales. Si los asumirán las administraciones supramunicipales o no, o si los delegarán de nuevo (¿acompañando medios?) es una cuestión importante, pero estrictamente administrativa. Al ciudadano no le importa y va a seguir dirigiéndose al nivel de gobierno más próximo: el Ayuntamiento. Se echa de menos, en efecto, una reforma paralela de las haciendas locales. En resumen: los Ayuntamientos no lo tenemos nada fácil en el momento actual pero una buena actitud ante el problema es asumirlo como un reto y mejorar en eficiencia. No podemos hacer milagros, pero sí gestionar los servicios de la manera más inteligente posible, una especie de bueno-bonito-barato… y ¡legal!
¿Cuál es la fórmula ideal para la gestión de los servicios públicos municipales?
No existe, aunque seguramente sí hay una forma ideal de gestionar un servicio público concreto en un momento específico y por parte de un Ayuntamiento determinado. A priori la nueva Ley huye, en este caso creo que con buen criterio, de las personificaciones públicas, pero quien sabe si en un supuesto concreto podría ser la mejor forma de gestión. En definitiva se debe proceder a un estudio riguroso en cada caso, a fin de encontrar la fórmula jurídica y económicamente más viable. No obstante, sí voy a romper una lanza en favor de la colaboración público privada. Ni municipalización ni privatización, sino esta fórmula mixta que reparte esfuerzos en el sentido más amplio de la expresión. Lo ideal sería una especie de concesión al agente privado pero muy controlada por la administración. Europa avala este sistema. También tienen mucho futuro la colaboración público-pública (digámoslo así) y la colaboración ciudadana (voluntariado).
Uno de sus temas emblema es el de las Smart Cities, ¿de verdad se trata de un proyecto real o es más bien un brindis al sol político?
Seguro que habrá Administraciones o Gobiernos locales para los que sea poco más que un castillo de humo con repercusión electoral, ya que ciertamente tiene un fuerte componente de marketing político, pero yo creo en el proyecto y para mí no solo es real sino que es el proyecto estrella de esta etapa de mi carrera profesional. El que desperdicie medios públicos para hacerse propaganda creo que tiene un problema económico y político a medio o incluso a corto plazo, pero los directivos técnicos no tenemos esas preocupaciones electoralistas, o al menos no deberíamos. Nuestra aspiración en casi todos los casos es hacer nuestro trabajo lo mejor posible, independientemente del reconocimiento público, y eso, una vez asumido, te da tranquilidad profesional. A partir de ahí intentamos implantar un proyecto que por supuesto es factible (además de muy bonito para los que tenemos vocación de servicio público) y que abarca líneas de actuación tan diversas, pero relacionadas, como la sensorización de los inmuebles y muebles públicos, para la implantación, vía Red, de los servicios inteligentes; diferentes acciones de colaboración público privada; medidas de ahorro energético; planes de promoción económica (sobre todo pensando en PYMES y emprendedores); planes de movilidad urbana, planes medioambientales (incluida la promoción del coche eléctrico); y acciones de promoción del deporte y los hábitos de vida saludables. Se trata de un proyecto totalmente multidisciplinar, que abarca infinidad de políticas públicas. Estos proyectos tan variados, sociales e interesantes solamente pueden tener dimensión local. Ninguna otra administración tiene cabida, salvo, desde luego, en la medida en que las Diputaciones y en menor grado el Estado y las CCAA ayuden a los municipios más pequeños, como es su deber.
¿Dice lo de ayuda porque es un proyecto caro?
Tiene un coste, que evidentemente puede ser inicialmente gravoso para los Ayuntamientos más pequeños, pero siempre hay retorno de la inversión. Lo hemos visto con la administración electrónica y el tremendo ahorro que ya nos ha supuesto la reducción de cargas administrativas. El proyecto de ciudad inteligente no genera literalmente ahorro, sino otro tipo de ahorros y beneficios, y sobre todo mejora la relación entre coste y calidad del servicio, con un gran beneficiario subjetivo que se llama ciudadano. Por otra parte la administración no es una empresa privada y tampoco puede medir sus actuaciones en términos estrictamente económicos. El servicio público es en muchas ocasiones deficitario por definición, pero si logramos prestarlo en las debidas condiciones de calidad, incluso de excelencia, debemos darnos por satisfechos aunque suponga “una pérdida”. No obstante en términos generales se puede decir que este tipo de proyectos que invierten en tecnología, promoción de empleo y calidad de vida no solo son baratos a medio plazo sino que generan diversos “superávits” al sistema. Piénsese de forma concreta en el apoyo a la reactivación de la economía local a través de las correspondientes políticas de promoción económica y empleo.
¿Qué están haciendo en su Ayuntamiento en este sentido?
Hemos aprovechado nuestros puntos fuertes, y es que incluso antes de mi llegada el Ayuntamiento ya era pionero en algunos hitos propios de la administración electrónica, como la factura electrónica. Últimamente hemos pulido algunos de esos hitos que estaban digamos más rezagados, como la contratación electrónica o el cumplimiento de los esquemas nacionales (ENS y ENI), cuestión por cierto importantísima que veo que no todos los compañeros tienen en cuenta. Por tanto, pudiéndonos considerar un Ayuntamiento puntero en administración electrónica, pensamos que debíamos apoyarnos en esta fortaleza para seguir innovando, en este caso más allá de los procedimientos internos, es decir, con plasmación directa en el servicio público. La teoría siempre es más sencilla que la práctica. Hay mucho trabajo detrás de esto, en diciembre de 2012 aprobamos nuestro Plan de Mejora e Innovación, que tenía una proyección temporal hasta 2015, y tan solo un año después hemos visto la necesidad de aprobar un Plan vinculado, llamado Alzira inteligente, que concluye en 2019, es decir, al final de la siguiente legislatura. Este es el Plan que verdaderamente contiene el proyecto de Smart City, y que contempla acciones tales como las que hemos comentado anteriormente.
¿Y qué es el Gobierno abierto?
Pues es el único gobierno posible en el ya bien entrado siglo XXI. Consiste en la participación/colaboración ciudadana en lo público, a partir del uso por parte de los ciudadanos, muchos de ellos integrados en esa “sociedad de la información” o “sociedad en Red”, de los diferentes cauces de información y participación que las distintas administraciones ponen a su disposición. Parte del principio de transparencia y se apoya en gran medida en las TIC (aplicaciones para dispositivos móviles, redes sociales, buzones de sugerencias…), pero no de forma exclusiva (presupuestos participativos, iniciativa legislativa popular, campañas populares…) por lo que también incluye a los ciudadanos con un perfil menos tecnológico. Tiene un encaje perfecto en el nivel de gobierno municipal.
Háblenos de su último libro, “Manual para la gestión inteligente”, ¿podría considerarse un resumen de la experiencia de su Ayuntamiento?
No, entre otras cosas porque como acabo de comentar dicha experiencia es ahora mismo un libro sin acabar, y este le aseguro que ya está terminado (risas). Aunque sí es cierto que aparecen muchos de los temas que tenemos ahora mismo sobre la mesa, como no puede ser de otra manera en la ejecución de semejante proyecto, y también he querido invitar como coautores a algunos de mis compañeros, por su gran competencia y por la sintonía que tienen conmigo, ya que trabajamos hombro con hombro, algo que se nota en una obra colectiva, y es bueno porque le da coherencia. Pero por lo demás, y por lo que a mi persona se refiere, también se plasma mi experiencia en el Ayuntamiento anterior, Picanya, uno de los más modernos hablando de gestión, sobre todo en relación a sus medios. Y por supuesto se plasma el saber y la experiencia de todos los demás coautores, verdaderos expertos en cada una de las materias y que te tenido la suerte de reclutar de entre los mejores de España, Europa y América. Entre todos abordamos todas y cada una de las cuestiones más importantes para la moderna gestión municipal y a las que ya nos hemos referido en su mayoría en esta entrevista (administración electrónica, evaluación del desempeño, contratación electrónica, gobierno abierto, gestión de servicios públicos, benchmarking…). La plasmación conjunta y coordinada de todo ello en un buen Plan y su puesta en práctica es lo que llamamos “gestión inteligente”.
Y ya por último si me permite cambiamos de tercio. Hablaba de la Red: ciberterrorismo, hackivismo, injurias, datos personales... ¿Internet se nos ha ido de las manos?
No es que se nos haya ido, es que nunca ha estado en nuestras manos. Internet es un poder mayor del que el ser humano es capaz de controlar, y ha llegado de una manera más rápida e impactante de lo que parece, ya que una cosa ha llevado a la otra desde que empezamos, ya hace muchos años, buscando una curiosidad en Google, hasta el momento presente en el que muchos tienen no ya una sino al menos cinco identidades virtuales (Facebook, Google+, Twitter, Linkedin, Instagram, YouTube… y dos o tres correos electrónicos). Lo peor es el informacionismo, en este caso en el peor sentido o la peor cara de la expresión “sociedad de la información”. Se consume y se genera muchísima información, y muchas veces la fuente original está manipulada. Que todo el mundo opine es bueno para el gobierno abierto, pero si no se siguen las reglas del juego debe haber una sanción, igual que en la vida real. Dicho de otro modo, si nuestro “yo físico” no puede vulnerar las normas (yo no puedo insultarla a usted, ni tampoco robar su propiedad intelectual), nuestras identidades virtuales tampoco. Algunos de estos ciberdelincuentes son muy listos y malintencionados, pero otros simplemente meten la pata, y la prueba es que, hablando de violación de la intimidad, los primeros que la autoviolamos somos nosotros mismos. Tampoco se puede tuitear lo mismo que uno diría en la barra de un bar sobre un determinado político o sobre el árbitro después de un penalty injusto. Nos falta madurez en el uso de la Red, pero estoy seguro de que con el tiempo (y alguna merecida condena penal, la verdad) la sociedad hará un uso mayoritariamente responsable, cívico y legal de la misma. Esto es tan importante como la famosa seguridad de la Red. Evidentemente otros delitos más graves, como es el caso del ciberespionaje (personal o industrial), el ciberterrorismo o el hacktivismo, evidentemente responden a un perfil determinado de delincuente o grupo ilegal y deben ser perseguidos con toda la fuerza de la Ley.